Jorge Luis
Borges hizo el siguiente comentario en honor
Rubén Darío en el II Congreso Latinoamericano de Escritores, El
Despertar Americano, México, mayo 1967.
“Cuando un
poeta como Darío ha pasado por una literatura, todo en ella cambia. No importa
nuestro juicio personal, no importan aversiones o preferencias, casi no importa
que lo hayamos leído. Una transformación misteriosa, inasible y sutil ha tenido
lugar sin que lo sepamos. El lenguaje es otro. A lo largo del tiempo, Chaucer,
Marlowe, Shakespeare, Browning y Swinburne fueron modificando la lengua
inglesa; Garcilaso, Góngora y Darío hicieron lo propio con la española. Después
vendrían Lugones y los Machado. Variar la entonación de un idioma, afinar su
música, es quizá la obra capital del poeta.
Muchas páginas
deleznables sobrelleva la labor de Darío, como la de todo
escritor. Fabricó sin esfuerzo
composiciones que él mismo sabía efímeras:
A Roosevelt, Salutación del optimista
el Canto a la Argentina, Oda a Mitre
y tantas otras. Son olvidables y el
lector las olvida. Quedan las demás, las que siguen vibrando y transformándose.
A Francia, Metempsícosis, Lo fatal, Verlaine, son las primeras que acuden a mi
pluma, pero sé que son muchas y que una sola bastaría para su gloria.
La riqueza
poética de la literatura de Francia durante el siglo diecinueve es
indiscutible; nada o muy poco de ese
caudal había trascendido a nuestro idioma. Darío, tout sonore encore de Hugo, de los otros románticos, del Parnaso y
de los jóvenes poetas del simbolismo, tuvo que colmar ese hiato. Otros, en
América y en España, prolongaron su vasta iniciativa; recuerdo que Leopoldo
Lugones, hacia mil novecientos veintitantos, solía desviar el diálogo para
hablar con generosa justicia, de «mi maestro y amigo Rubén Darío». Los lagos,
los crepúsculos y la mitología helénica fueron apenas una efímera etapa del
modernismo, que los propios propulsores abandonarían por otros temas. Véase a
este respecto el estudio definitivo de Max Henríquez Ureña. Todo lo renovó Darío:
la materia, el vocabulario, la métrica, la magia peculiar de ciertas palabras,
la sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su labor no ha cesado y no cesará;
quienes alguna vez lo combatimos, comprendemos hoy que lo continuamos. Lo
podemos llamar el libertador”. [1]
Rubén Darío |
BIOGRAFÍA
(Metapa,
1867 - León, 1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García
Sarmiento, iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Su
familia era conocida por el apellido de un abuelo, "la familia de los
Darío", y el joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la fórmula
"Rubén Darío" como nombre literario de batalla.
Con una
dichosa facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén Darío en medio de
turbulentas desavenencias familiares, tutelado por solícitos parientes y
dibujando con palabras en su fuero interno sueños exóticos, memorables
heroísmos y tempestades sublimes. Pero ya en su época toda esa parafernalia de
prestigiosos tópicos románticos comenzaba a desgastarse y se ofrecía a la imaginación
de los poetas como las armas inútiles que se conservan en una panoplia de
terciopelo ajado. Rubén Darío estaba llamado a revolucionar rítmicamente el
verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías,
de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala
conviviendo en el mismo paisaje imposible.
Casi por
azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al mes
de su alumbramiento pasó a residir a León, donde su madre, Rosa Sarmiento, y su
padre, Manuel García, habían fundado un matrimonio teóricamente de
conveniencias pero próspero sólo en disgustos. Para hacer más llevadera la
mutua incomprensión, el incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las
farras y ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa huía de vez
en cuando de su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No
tardaría ésta en dar a luz una segunda hija, Cándida Rosa, que se malogró
enseguida, ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se fue a
vivir arrastrando a su primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin
ladrillos, en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San
Marcos de Colón.
No obstante,
el pequeño Rubén volvió pronto a León y pasó a residir con los tíos de su
madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez, los cuales
habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus verdaderos
padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y
poco más o menos a Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto de
que el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos escolares como Félix
Rubén Ramírez.
Rosario Murillo |
Durante su
primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de
invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y motejándolos de
"endriagos"; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó la ironía:
tan temprana como su poesía influida por Bécquer y por Víctor Hugo fue su
vocación de eterno enamorado. Según propia confesión en la Autobiografía,
una maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando lo
sorprendió "en compañía de una precoz chicuela, iniciando indoctos e
imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás
de la puerta".
Rafaela Contreras |
Antes de
cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se orientaron
irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario
Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones había anotado a una
"lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez Isabel Swan, y a la
trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría
tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la
musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus deseos de contraer
inmediato matrimonio, sus amigos y parientes conspiraron para que abandonara la
ciudad y terminara de crecer sin incurrir en irreflexivas precipitaciones. [2]
En la casa
de la tía Rita, Darío conoce a Rafaela es una joven de , cabello castaño,
grandes ojos negros y tez morena, graciosa y con un gran don de simpatía.
Rafaela es escritora, escribe cuentos modernistas con el seudónimo “Stella”.
Los entrega al periodista costarricense Tranquilino Chacón, quien trabaja en el
periódico “La Unión”, del que es Director Darío.
El 21 de
junio de 1890 Rubén y Rafaela contraen matrimonio civil en San Salvador. Los
testigos fueron Tranquilino Chacón y Francisco Gavidia, quien introdujo a Rubén
en el conocimiento de la poesía del gran poeta francés Víctor Hugo y le señaló
las posibilidades del alejandrino
francés en
la poesía en castellano.
El
primogénito de Darío creció en San Salvador, en el hogar de sus tíos Trigueros
Contreras, quienes se encargaron de su educación. Darío recibe en San José su
nombramiento como Secretario de la Delegación de Nicaragua que irá a España a
las conmemoraciones del “IV Centenario del descubrimiento de América”,
Después de
cumplir su misión en España, Darío regresa a Nicaragua y estando en León, en enero
de 1893, recibe la infausta noticia de que su esposa Rafaela está gravemente
enferma en San Salvador. Darío tiene la corazonada de que ella ha muerto. En
realidad el fallecimiento ocurrió por
causa de un
exceso de cloroformo en una operación quirúrgica. Darío se encierra en su
habitación por varios días y se dedica a la bebida. Su hijo, Rubén Darío
Contreras queda a cargo del matrimonio de Julia con Ricardo Trigueros, en San
Salvador, por petición que Rafaela le hace a Darío en un mensaje manuscrito que
le envía antes de morir. [3]
Pablo Neruda lo llamó “El deslumbrante Padre de la Poesía Americana”.
Su poesía Modernista recoge y esparce tan plurales efluvios, afrancesados,
casticistas, neobarroco, simplista, preciosista, místico, prosaico,
filosófico.- La esencia Rubeniana: Sinfonía en Gris Mayor, Los Motivos del
Lobo, El canto Errante, Lo Fatal, Darío a Maldonado, “Gratitud a Masaya”
(1907), denotan la corriente de su Pensamiento literario.-
LOS MOTIVOS DEL LOBO
El varón que tiene corazón
de lis,
alma de querube, lengua
celestial,
el mínimo y dulce Francisco
de Asís,
está con un rudo y torvo
animal,
bestia temerosa, de sangre y
de robo,
las fauces de furia, los
ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el
terrible lobo,
rabioso, ha asolado los
alrededores;
cruel ha deshecho todos los
rebaños;
devoró corderos, devoró
pastores,
y son incontables sus
muertes y daños.
Fuertes cazadores armados de
hierros
fueron destrozados. Los
duros colmillos
dieron cuenta de los más
bravos perros,
como de cabritos y de
corderillos.
Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a
la fiera
enorme, que al verle se
lanzó feroz
contra él. Francisco, con su
dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: ?¡Paz,
hermano
lobo! El animal
contempló al varón de tosco
sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces
agresivas,
y dijo: ?¡Está bien, hermano
Francisco!
(fragmento) [4]
CANCIÓN DE OTOÑO EN PRIMAVERA
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no
lloro...
y a veces lloro sin
querer...
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de
aflicción.
Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de
armiño,
Herodías y Salomé...
(Fragmento) [5]
SONATINA
La princesa está triste...
¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de
su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que
ha perdido el color.
La princesa está pálida en
su silla de oro,
está mudo el teclado de su
clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se
desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo
de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice
cosas banales,
y vestido de rojo piruetea
el bufón.
La princesa no ríe, la
princesa no siente;
la princesa persigue por el
cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga
ilusión.
¿Piensa, acaso, en el
príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su
carroza argentina
para ver de sus ojos la
dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de
las rosas fragantes,
o en el que es soberano de
los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de
las perlas de Ormuz?
¡Ay!, la pobre princesa de
la boca de rosa
quiere ser golondrina,
quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el
cielo volar;
ir al sol por la escala
luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los
versos de mayo
o perderse en el viento
sobre el trueno del mar.
(Fragmento)[6]
BIBLIOGRAFÍA
[1] Scribd. Jorge Luis Borges Mensaje en
honor de Rubén Darío [En Línea] Disponible en: http://es.scribd.com/doc/184351911/Borges-Mensaje-en-honor-de-Ruben-Dario
[Consultado 20/01/2014; 18:24]
[2]Biografías y vidas. Rubén Darío [En Línea]
Disponible en: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/dario_ruben.htm
[Consultado: 18/01/2014; 13:24]
[3] Carlos Salgado Gómez. Rubén Darío y las
mujeres en su vida [En Línea] Disponible en: http://salgadoperiodismo.blogspot.mx/2013/01/ruben-dario-y-las-mujeres-en-su-vida.html
[Consultado: 19/01/2014; 13:59]
[4] Los motivos del lobo - Poemas de Rubén Darío http://www.poemas-del-alma.com/los-motivos-del-lobo.htm#ixzz2r6COGfZ4
[5] Canción de Otoño en primavera Poema de Rubén
Darío
[6] Sonatina Sonatina – Poemas de Rubén Darío [En
Línea] Disponible en: http://www.poemas-del-alma.com/sonatina.htm#ixzz2rISpRFby