miércoles, 19 de febrero de 2014

RUBÉN DARÍO

Jorge Luis Borges hizo el siguiente comentario en honor  Rubén Darío en el II Congreso Latinoamericano de Escritores, El Despertar Americano, México, mayo 1967.
“Cuando un poeta como Darío ha pasado por una literatura, todo en ella cambia. No importa nuestro juicio personal, no importan aversiones o preferencias, casi no importa que lo hayamos leído. Una transformación misteriosa, inasible y sutil ha tenido lugar sin que lo sepamos. El lenguaje es otro. A lo largo del tiempo, Chaucer, Marlowe, Shakespeare, Browning y Swinburne fueron modificando la lengua inglesa; Garcilaso, Góngora y Darío hicieron lo propio con la española. Después vendrían Lugones y los Machado. Variar la entonación de un idioma, afinar su música, es quizá la obra capital del poeta.
Muchas páginas deleznables sobrelleva la labor de Darío, como la de todo
escritor. Fabricó sin esfuerzo composiciones que él mismo sabía efímeras:
A Roosevelt, Salutación del optimista el Canto a la Argentina, Oda a Mitre
y tantas otras. Son olvidables y el lector las olvida. Quedan las demás, las que siguen vibrando y transformándose. A Francia, Metempsícosis, Lo fatal, Verlaine, son las primeras que acuden a mi pluma, pero sé que son muchas y que una sola bastaría para su gloria.
La riqueza poética de la literatura de Francia durante el siglo diecinueve es
indiscutible; nada o muy poco de ese caudal había trascendido a nuestro idioma. Darío, tout sonore encore de Hugo, de los otros románticos, del Parnaso y de los jóvenes poetas del simbolismo, tuvo que colmar ese hiato. Otros, en América y en España, prolongaron su vasta iniciativa; recuerdo que Leopoldo Lugones, hacia mil novecientos veintitantos, solía desviar el diálogo para hablar con generosa justicia, de «mi maestro y amigo Rubén Darío». Los lagos, los crepúsculos y la mitología helénica fueron apenas una efímera etapa del modernismo, que los propios propulsores abandonarían por otros temas. Véase a este respecto el estudio definitivo de Max Henríquez Ureña. Todo lo renovó Darío: la materia, el vocabulario, la métrica, la magia peculiar de ciertas palabras, la sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su labor no ha cesado y no cesará; quienes alguna vez lo combatimos, comprendemos hoy que lo continuamos. Lo podemos llamar el libertador”. [1]
Rubén Darío
BIOGRAFÍA
(Metapa, 1867 - León, 1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Su familia era conocida por el apellido de un abuelo, "la familia de los Darío", y el joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la fórmula "Rubén Darío" como nombre literario de batalla.
Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén Darío en medio de turbulentas desavenencias familiares, tutelado por solícitos parientes y dibujando con palabras en su fuero interno sueños exóticos, memorables heroísmos y tempestades sublimes. Pero ya en su época toda esa parafernalia de prestigiosos tópicos románticos comenzaba a desgastarse y se ofrecía a la imaginación de los poetas como las armas inútiles que se conservan en una panoplia de terciopelo ajado. Rubén Darío estaba llamado a revolucionar rítmicamente el verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías, de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala conviviendo en el mismo paisaje imposible.
Casi por azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al mes de su alumbramiento pasó a residir a León, donde su madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García, habían fundado un matrimonio teóricamente de conveniencias pero próspero sólo en disgustos. Para hacer más llevadera la mutua incomprensión, el incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las farras y ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa huía de vez en cuando de su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No tardaría ésta en dar a luz una segunda hija, Cándida Rosa, que se malogró enseguida, ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se fue a vivir arrastrando a su primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin ladrillos, en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San Marcos de Colón.
No obstante, el pequeño Rubén volvió pronto a León y pasó a residir con los tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez, los cuales habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto de que el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez.
Rosario Murillo
Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó la ironía: tan temprana como su poesía influida por Bécquer y por Víctor Hugo fue su vocación de eterno enamorado. Según propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando lo sorprendió "en compañía de una precoz chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta".
Rafaela Contreras
Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones había anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus deseos de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin incurrir en irreflexivas precipitaciones. [2]

En la casa de la tía Rita, Darío conoce a Rafaela es una joven de , cabello castaño, grandes ojos negros y tez morena, graciosa y con un gran don de simpatía. Rafaela es escritora, escribe cuentos modernistas con el seudónimo “Stella”. Los entrega al periodista costarricense Tranquilino Chacón, quien trabaja en el periódico “La Unión”, del que es Director Darío.
El 21 de junio de 1890 Rubén y Rafaela contraen matrimonio civil en San Salvador. Los testigos fueron Tranquilino Chacón y Francisco Gavidia, quien introdujo a Rubén en el conocimiento de la poesía del gran poeta francés Víctor Hugo y le señaló las posibilidades del alejandrino
francés en la poesía en castellano.
El primogénito de Darío creció en San Salvador, en el hogar de sus tíos Trigueros Contreras, quienes se encargaron de su educación. Darío recibe en San José su nombramiento como Secretario de la Delegación de Nicaragua que irá a España a las conmemoraciones del “IV Centenario del descubrimiento de América”,
Después de cumplir su misión en España, Darío regresa a Nicaragua y estando en León, en enero de 1893, recibe la infausta noticia de que su esposa Rafaela está gravemente enferma en San Salvador. Darío tiene la corazonada de que ella ha muerto. En realidad el fallecimiento ocurrió por
causa de un exceso de cloroformo en una operación quirúrgica. Darío se encierra en su habitación por varios días y se dedica a la bebida. Su hijo, Rubén Darío Contreras queda a cargo del matrimonio de Julia con Ricardo Trigueros, en San Salvador, por petición que Rafaela le hace a Darío en un mensaje manuscrito que le envía antes de morir. [3]
Pablo Neruda lo llamó “El deslumbrante Padre de la Poesía Americana”.
Su poesía Modernista recoge y esparce tan plurales efluvios, afrancesados, casticistas, neobarroco, simplista, preciosista, místico, prosaico, filosófico.- La esencia Rubeniana: Sinfonía en Gris Mayor, Los Motivos del Lobo, El canto Errante, Lo Fatal, Darío a Maldonado, “Gratitud a Masaya” (1907), denotan la corriente de su Pensamiento literario.-

LOS MOTIVOS DEL LOBO

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.

Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: ?¡Paz, hermano
lobo! El animal
contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: ?¡Está bien, hermano Francisco!
(fragmento) [4]

CANCIÓN DE OTOÑO EN PRIMAVERA

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...
(Fragmento) [5]

SONATINA

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
(Fragmento)[6]



BIBLIOGRAFÍA

[1] Scribd. Jorge Luis Borges Mensaje en honor de Rubén Darío [En Línea] Disponible en: http://es.scribd.com/doc/184351911/Borges-Mensaje-en-honor-de-Ruben-Dario [Consultado 20/01/2014; 18:24]
[2]Biografías y vidas. Rubén Darío [En Línea] Disponible en: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/dario_ruben.htm
[Consultado: 18/01/2014; 13:24]

[3] Carlos Salgado Gómez. Rubén Darío y las mujeres en su vida [En Línea] Disponible en: http://salgadoperiodismo.blogspot.mx/2013/01/ruben-dario-y-las-mujeres-en-su-vida.html [Consultado: 19/01/2014; 13:59]


[5] Canción de Otoño en primavera Poema de Rubén Darío

[6] Sonatina Sonatina – Poemas de Rubén Darío [En Línea] Disponible en:  http://www.poemas-del-alma.com/sonatina.htm#ixzz2rISpRFby