INTRODUCCIÓN
Sin
duda alguna Amado Nervo, hoy por hoy ha sido uno de nuestros más distinguidos
literatos cuya fama ha trascendido el territorio nacional. Manejó el
periodismo, la prosa, y la poesía. Sin embargo la fama del poeta ha dejado en
segundo término al prosista hay quienes ignoran las mejores prosas de Nervo,
pero tienen a flor de memoria no pocos de sus versos esenciales. Sin embargo no
fueron sus versos, sino una novela corta, El
Bachiller (1895), La primera obra que alcanzó éxito con todas sus
consecuencias. Alabanzas y dicterios sirvieron para abrir paso al poeta y
difundir su nombre con rapidez. Para algunos, esta primera salida al terreno
literario –arrastrando la prueba del libro–, fue solo pretexto de burlas y escándalos;
para otros, de visión más clara, El Bachiller tuvo la significación de una
pequeña obra rebosante de originalidad y audacia.
Más
tarde, el escritor viajero puso de moda, con El Éxodo y las Flores del Camino (1902), una prosa ágil, flexible,
colorida matizada de exotismos, que compendiaba el gusto de aquel momento de renovación
llamado “modernismo”. Varios años después, el monje laico de Plenitud 1918 se ganó la admiración y
el amor de un gran número de lectores en los países hispánicos por su pureza de
pensamiento, por su cordial espíritu comunicativo, por la diafanidad y dulzura
de sus palabras.
No
fueron escasos los volúmenes de prosa publicados en vida de Amado Nervo, no
tampoco los que se formaron a raíz de su muerte.
Su
prosa no es la del cuentista ni la del
pensador , es decir, prosa que se concreta a narrar o a comunicar los
resultados del trabajo mental, sino la de un hombre que cautiva a los demás por
las virtudes órficas del canto, cualesquiera que sean las formas de expresión.
[1]
BIOGRAFÍA
Amado
Nervo era el seudónimo Juan
Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz poeta y prosista mexicano, perteneciente al
movimiento modernista Nació el 27 de agosto de 1870 en la ciudad de Tepic en
ese entonces estado de Jalisco, hoy Nayarit, México y murió en Montevideo,
Uruguay el 24 de mayo de 1919 fue miembro distinguido de la Academia Mexicana
de la Lengua, no pudo ser miembro de número por residir en el extranjero. [2]
Inició tempranamente
estudios hacia la carrera sacerdotal, que pronto abandonó. Ya establecido en la
capital, en 1894, colabora en un el grupo de la revista Azul, de Gutiérrez
Nájera, como lo hará diez años después en la Revista Moderna –dos de los más importantes
voceros– desde
México, del triunfante modernismo hispanoamericano.
En 1900 va a Francia, como
corresponsal del diario El Imparcial para reseñar la Exposición Universal de
París; es en esta ciudad conoce a Rubén Darío con quien establecerá una sólida
y permanente amistad, y a Ana Cecilia Luisa Dailliez, la compañera de su vida y
cuya muerte, en 1912, ha de motivar su libro póstumo La amada inmóvil. De
vuelta a México, se dedica a tareas profesionales pero sin abandonar sus
copiosas colaboraciones en periódicos y revistas. En 1905, y ya como miembro
del servicio diplomático de su país, se traslada a España. Su estancia en
Madrid, que se prolongó hasta 1918- fue el modernista americano que más larga y
continuadamente residió en la Península-, corresponde a los años de plenitud de
su obra de creación (y de este periodo de su vida ha sido cuidadosamente
documentado por Donald F. Fogelquist en su libro Españoles de América y
americanos de España). Allí murió Ana Cecilia; y allí prosiguió su incesante
labor poética- en Madrid vio la luz la mayor parte de los libros capitales de
su última época- y su aún más numeroso trabajo periodístico, que enviaba
regularmente a varias publicaciones de la América Hispana. Otra vez de regreso
a México, es nombrado, en 1918, Ministro Plenipotenciario de la Argentina,
Uruguay y Paraguay. Al año siguiente murió en Montevideo, y el traslado de sus
restos a su país natal alcanzó honores continentales. Nervo estaba entonces en
el cenit de su fama y prestigio.
A continuación uno de sus mas relevantes
poemas
EN PAZ
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Gratia plena
Todo en ella
encantaba, todo en ella atraía
su mirada, su gesto,
su sonrisa, su andar...
El ingenio de
Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia,
como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la
pudo ya jamás olvidar!
Ingenua como el
agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como
Margarita sin par,
el influjo de su
alma celeste amanecía...
Era llena de gracia,
como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la
pudo ya jamás olvidar!
Cierta dulce y
amable dignidad la investía
de no sé qué
prestigio lejano y singular.
Más que muchas
princesas, princesa parecía:
era llena de gracia
como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la
pudo ya jamás olvidar!
Yo gocé del
privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella
tuvo fin mi anhelar
y cadencias arcanas
halló mi poesía.
Era llena de gracia
como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la
pudo ya jamás olvidar!
¡Cuánto, cuánto la
quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan
bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de
gracia, como el Avemaría,
y a la Fuente de
gracia, de donde procedía,
se volvió... como
gota que se vuelve a la mar! [2]
REFERENCIAS
[1]Grandes Clásicos, Amado Nervo, Tomo 1, Recopilación,
(prosas) Francisco Gonzáles Guerrero, (Poesías) Alfonso Méndez Plancarte,
México, Aguilar. 1991, 1495 págs.
[2] Amado Nervo [En Línea] Disponible:
[Consultado: 08/01/2014, 23:09] http://es.wikipedia.org/wiki/Amado_Nervo
[3] Poemas del Alma [En Línea] Disponible en: http://www.poemas-del-alma.com/
[Consultado: 08/01/2014, 12:01 PM]
La casa de Amado Nervo en Nayarit
Dirección: Zacatecas Nte. Zacatecas no.
284 Norte, Zona Centro, Tepic, Nayarit
Teléfono:01 311 212 2916