viernes, 5 de abril de 2013

LA FELICIDAD


LA FELICIDAD
  Es el estado de bienestar que manifiesta nuestra calidad de vida, y por ende el logro de nuestras metas y proyectos, es un valor vinculado con la naturaleza del ser, desde luego no es algo tangible, siguiendo las ideas de Platón, decimos que es una cosa inteligible, es decir la razonamos haciendo un balance del bienestar en todos los aspectos de nuestra vida, lo contrario sería la frustración, el fracaso, la derrota, la enfermedad, la depresión y la perdida de la voluntad en algunos casos extremos el suicidio.
  La felicidad no es el presenciar un acto de comicidad y reír, o participar en un juego donde estamos contentos, sólo puede ser un signo, podemos estar cumpliendo un deber con seriedad tomando con severidad nuestra responsabilidad y esa actitud del deber cumplido, aunque implique sufrimiento, resistencia a los embates y roces de nuestra actividad, finalmente la realización cabal de nuestras metas nos dará satisfacción, por lo tanto cuenta en el haber del balance de nuestra felicidad.
  La felicidad es dar cabal cumplimiento a los objetivos de la educación, al impartirla, además de aplicar teoría y práctica para su instrucción, también de la misma forma transversal  los valores del ser y los valores convivenciales. Cuando pensamos en los demás y podemos convivir con nuestros educandos  al punto de compartir sus vivencias interactuando con todos. Creamos un sentimiento de solidaridad.
Pero analicemos las ideas de Aristóteles
al respecto de La Felicidad o Eudaimonía.
Es el Bien Supremo del hombre (1)
ARISTÓTELES (384 a. C. – 322 a. C.)
  Puesto que la felicidad (o placer) es aquello que acompaña a la realización del fin propio de cada ser vivo, la felicidad que le corresponde al hombre es la que le sobreviene cuando realiza la actividad que le es más propia y cuando la realiza de un modo perfecto; es más propio del hombre el alma que el cuerpo por lo que la felicidad humana tendrá que ver más con la actividad del alma que con la del cuerpo; y de las actividades del alma con aquella que corresponde a la parte más típicamente humana, el alma intelectiva o racional. Como en el alma intelectiva encontramos el entendimiento o intelecto y la voluntad, y llamamos virtud a la perfección de una disposición natural, la felicidad más humana es la que corresponde a la vida teorética o de conocimiento (por ello el hombre más feliz es el filósofo, y lo es cuando su razón se dirige al conocimiento de la realidad más perfecta, Dios), y a la vida virtuosa. Finalmente, y desde un punto de vista más realista, Aristóteles también acepta que para ser feliz es necesaria una cantidad moderada de bienes exteriores y afectos humanos.
En resumen, Aristóteles hace consistir la felicidad en la adquisición de la excelencia (virtud) del carácter y de las facultades intelectivas.

  Para Aristóteles la felicidad es el “bien supremo”, el fin al cual están destinadas todas nuestras acciones, el objetivo de la vida de los seres humanos. El nombre de “bien supremo” ya nos índica que hay otros inferiores a el. En efecto Aristóteles jerarquiza los bienes, pero todos ellos, toda acción, están destinados al superior, son medios que nos llevan a el, por tanto, esta cadena de medios y fines es limitada, de lo contrario, si no tuviéramos un objetivo final, la vida carecería de sentido. Este planteamiento podría llevarnos a la errónea impresión de que Aristóteles era relativista, nada más lejos de la realidad, ya que aunque un medio sea un mal, tiene como finalidad un bien (el supremo).

EN BUSCA DE LA FELICIDAD SEGÚN CONFUCIO
 
  Pero ahora veamos otro pensador de Asia  y tenemos a Confucio (2). Él es el gran sabio que los chinos reverencian desde tiempo inmemorial hasta el presente. Su personalidad está por encima de cualquier credo religioso o político y cualquier lugar de residencia. Confucio nos dice que sin sentido común, no cabe, a la larga, ni a mediano o corto ser feliz, aunque por una efímera alegría parezca serlo, no es en realidad, dicha, sino desdicha. Pone el ejemplo de la amarga experiencia de la borrachera cuando después de sus efectos tenemos la resaca. El hombre que así vive feliz en la ilusión de serlo siempre, y cuando lo intuye, por que así se lo dice la experiencia, dejará de ser feliz de igual manera, que cuando los efectos del vino desaparecen.


  Ni Confucio ni el confucianismo, de hecho, intentan responder a las grandes preguntas. No se las plantean. No nos explican quiénes somos, ni adónde vamos, ni de dónde venimos, ni cuál es la esencia o el nombre de Dios, ni si existe Éste, ni si es o no inmortal el alma, ni si hay o no Reino de los Cielos, ni cómo se llega a él, caso de que lo haya.
Lo que sí nos dicen Confucio y los confucianos es que el mundo está regido por lo que ellos llaman 'mandato del cielo'  y nosotros, los occidentales, llamaríamos 'derecho natural' y 'orden moral'.
  El confucianismo sólo es, sin más ínfulas, un código ético concebido para vertebrar la sociedad y dar, en ella, sosegada, placentera y razonable cabida al homo sapiens.
Éste, según Confucio, tiene ante sí dos únicos caminos: el del bien y el del mal.
Así de simple: y sólo quien escoja el primero y lo siga, sin desmayo, hasta el último momento de la vida  será feliz, pues el segundo conduce fatalmente al desorden de la sociedad y a la destrucción de la personalidad.
  Puro sentido común, ya lo dije, y nada nuevo bajo el sol, pero "bueno es recordar", escribió Machado, "las palabras viejas / que han de volver a sonar".
Kant, veinticuatro siglos después de que Confucio lo anticipase, hablará del 'imperativo categórico' («obra de tal manera que cada uno de tus actos pueda erigirse en ley universal») y sostendrá que esa voz de la conciencia o 'mandato del cielo' está grabada a troquel en el cerebro de los seres humanos  y a todos ellos, sin distinción, obliga.

Veamos ahora este mismo concepto decantado a través de lo que nos dice Confucio tenemos que tener conciencia del deber cumplido o más simplemente tener presente en todo momento el sentido común para conseguir  la felicidad, él hace la síntesis de sus enseñanzas en 10 conceptos (3)

1. Muchos buscan la felicidad por encima del hombre, otros por debajo. Pero la felicidad está hecha a la medida del hombre.
2. Con arroz para comer, agua para beber y mi brazo doblado por almohada puedo ser feliz.
3. El hombre honrado se avergüenza de que sus palabras sobrepasen sus acciones.
4. Hay tres tipos de amistad provechosa y otros tantos de amistad dañina.
La de un hombre que habla sin rodeos, la de alguien sincero y la de un sabio son las primeras. Las otras, la amistad de quien engaña bajo una apariencia honesta, la de un adulador y la de un charlatán. (La instrumentación de la mercadotecnia)
5. Un hombre feliz es un hombre que se conforma con poco.
6. Bondad sin inquietud, conocimiento sin dudas y coraje sin miedo son los principios que guían al hombre noble.
7. Ser capaz de practicar estas virtudes constituye la perfección: sobriedad, generosidad de alma, sinceridad, honestidad y amabilidad.
8. La satisfacción lleva a la felicidad, incluso en la pobreza. Y la insatisfacción lleva a la pobreza, incluso en la riqueza.
9. Nuestra mayor gloria no es no caer jamás, sino levantarnos cada vez que lo hacemos.
10. La felicidad no se encuentra en la cima de la montaña, sino en la manera de subirla.

BIBLIOGRAFÍA

(1) Aristóteles. Wikipedia La enciclopedia libre [En Línea]
http://es.wikipedia.org/wiki/Aristóteles  [Consultado: 05/04/2012,17:09]

(2) Fernando Sánchez Dragó. Búsqueda de la felicidad Confucio o el sentido común, Dragolandía, elmundo.es [En Línea]
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/12/03/dragolandia/1259832678.html
[Consultado: 05/04/2012, 15:29]

(3) Filosofía Hoy 10 enseñanzas sobre la felicidad según Confucio [En Línea]
http://filosofiahoy.es/index.php/mod.pags/mem.detalle/relcategoria.3387/idpag.4698/v_mem.listado/chk.ee8698317cc3f34ec56611a8cc3ffdc9.html [Consultado: 05/04/2012, 16:34]