lunes, 10 de junio de 2013

JOSÉ GOROSTIZA "MUERTE SIN FIN"

JOSÉ GOROSTIZA (1901-1973)


MUERTE SIN FIN
La Crítica establece a “Muerte sin fin” (1939) como uno de los poemas más doctos que han escrito en México. Octavio Paz consideró “Los extremos que presiden esta obra transparente y vertiginosa” son Parménides y Heráclito. A mi manera de ver todo esta relacionado con nuestro mundo interior y en el poema queda plasmada una enorme angustia metafísica: como un presagio que prevé el fin de la modernidad... Si la que pregonó Rousseau en el “Contrato Social” donde señala claramente qué la unificación de la fuerza de cada ciudadano, tenía como único propósito la conservación de la comunidad y sus instituciones, que se traduce en preservar a la Nación. Ahora la autoridad del Estado día con día es relegada al poder del mercado "Compro, luego existo".
Escudriñando racionalmente en su poema no hay esperanza. El movimiento de su diseño es circular, estéril repetitivo… todo el proceso es un retorno a la verdadera muerte, la nada absoluta; la muerte sin fin es la verdadera vida” Conjuga este poema problemas de lógica dialéctica que sólo de vez en vez aborda la poesía de cualquier lengua, y demuestra que la inteligencia no esta reñida con la poesía
Esta profunda soledad que es la resultante que estamos viviendo con la posmodernidad donde el mercado soslaya los valores actitudinales y convivenciales  en pos de la individualización y desintegración de la otredad.
Además el poema “Muerte sin fin” ha sido incluido, como es de suponer, en las distintas y sucesivas ediciones de Poesía (1964, 1971 y sus respectivas reediciones); figura por derecho propio también la edición de Poesía Completa (1996) que fue preparada y prologada por Guillermo Sheridan; y desde luego figura en múltiples y muy distintas antologías de poesía mexicana y de la tradición hispánica (la primera vez que figura en una antología fue en Laurel de Octavio Paz); pero ahora con motivo de los setenta años de la primera edición que se cumplen precisamente durante el 2009 el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México en coedición con Casa Juan Pablos publican una Edición conmemorativa bilingüe español/francés de “Muerte sin fin”, reconociendo ante todo que es la obra maestra del poeta mexicano y como homenaje a su autor, ya que este año México es el país invitado en el Salón del Libro de París, para lo cual es lanzada esta edición con ilustraciones de Emiliano Gironella Parra, acompañada de un estudio crítico de Arturo Cantú, con traducción al francés de Claude Couffon. Figura también un prefacio de Vilma Fuentes, texto que originalmente fue incluido en la edición francesa que se publicó en 1991 y que ahora se recupera para deleite de los lectores de la tradición hispánica.
Para recordar “Muerte sin fin” en el contexto de los setenta años de su edición príncipe, es preciso decir que reproduzco la primera parte del poema, de acuerdo a la fijación realizada por Arturo Cantú y que figura en la edición conmemorativa de este año como recordatorio para la tradición poética y para rendir homenaje al autor que cultivó la tradición lírica del siglo XX con un magisterio determinante a través de versos que invocan la soledad, la muerte, y por la fuerte meditación alrededor de estos temas a través del poema… 
Rafael Calderón. Historia y Crítica [En Línea] Disponible en: http://www.lahuesuda.com/html/contenido.php?id=188 [Consultado: 10/06/2013, 20:47]
“Muerte sin fin” 
Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirlas de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo;
lleno de mí –ahíto– me descubro
en la imagen atónita del agua,
que tan sólo es un tumbo inmarcesible,
un desplome de ángeles caídos
a la delicia intacta de su paso
que nada tiene
sino la cara en blanco
hundida a medias, ya, como una risa agónica,
en las tenues holandas de la nube
y en los funestos cánticos del mar
–más resabio de sal o albor de cúmulo
que sola prisa de acosada espuma.
No obstante –oh paradoja– constreñida
por el rigor del verso que la aclara,
el agua toma forma.
En él se asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios
y un reposo gentil de muerte niña,
sonriente, que desflora
un más allá de pájaros
en desbandada.
En la red de cristal que la estrangula,
allí, como en el agua de un espejo,
se reconoce;
atada allí, gota con gota,
marchito el tropo de espuma en la garganta
¡qué desnudez de agua tan intensa,
qué agua tan agua,
está en su orbe tornasol soñando,
cantando ya una red de hielo justo!
¡Más qué vaso –también– más providente
éste que así se hinche
como una estrella en grano,
qué así, en heroico promisión, se enciende
como un seno habitado por la dicha,
y rinde así, puntual,
una rotunda flor
de transparencia al agua,
un ojo proyectil que cobra alturas
y una ventana a gritos luminosos
sobre esa libertad enardecida
que se agobia de cándidas prisiones!

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